24/11/2022
El último centro de producción ilegal de tabaco desmantelado hace unos días en Málaga es el decimocuarto en lo que llevamos 2022, cifra que supone el doble de todo el año anterior, cuando fueron desarticuladas 7 fábricas clandestinas.
Hace escasos días asistimos a una nueva operación frente al contrabando de tabaco en nuestro país. En concreto, agentes de la Policía Nacional y efectivos de Vigilancia Aduanera desarticulaban en una nave industrial de Málaga a una organización criminal dedicada a la gestión de un centro de producción ilegal de tabaco. En total fueron intervenidos 16 toneladas de tabaco ilícito y 6.421 cajetillas de cigarrillos junto a una ingente cantidad de materia prima (cartonaje, filtros de acetato y bobina de papel) y una amplia logística con maquinaria avanzada para la producción del tabaco.
Sin embargo, la operación ‘Búnker’ – como así la han denominado las autoridades – será tristemente recordada por un motivo adicional: convertirse en la decimocuarta fábrica clandestina desmantelada en España en lo que llevamos de 2022, lo que significa doblar en número a estas instalaciones ilegales respecto a todo el 2021, cuando fueron intervenidos 7 centros de producción ilegales de tabaco. No obstante, estamos ante un fenómeno que se extiende por toda Europa y que no sólo afecta a España, tal y como destacaron expertos de la Guardia Civil, Policía Nacional y Agencia Tributaria en el VII Congreso Frente al Contrabando de Tabaco, organizado por ALTADIS.
El operativo llevado a cabo en Málaga deja también otro apunte que invita a la reflexión: las condiciones de semiesclavitud en las que ‘trabajaban’ algunos de los miembros de esta organización criminal. Según apuntan varios medios de comunicación, las entradas y salidas a la instalación clandestina se producían a ciegas, obligándoles a ponerse gafas con una cinta opaca para impedirles ver a través de las mismas. Además, para evitar cualquier tipo de sospechas sobre la actividad que se llevaba a cabo dentro de la fábrica, los trasladaban en camión a horas intempestivas. Algunas de esas condiciones infrahumanas pudieron ser vistas en primera persona por los agentes, quienes accedieron al interior de la nave y pillaron in fraganti a los trabajadores durante su producción ilegal del tabaco.
En cuanto al modus operandi de fabricación del tabaco, la organización criminal recibía el tabaco picado sin ningún tipo de garantía higiénica ni control de calidad. La picadura se llevaba a una maquinaria que envolvía los cigarrillos en tiradas de miles y, posteriormente, las cajetillas se almacenaban en palés de cartulinas, donde se representaban marcas y variantes, según demanda y mercado, incluidos textos en el idioma del país de destino. Finalmente, las cajetillas, dobladas adecuadamente, se rellenaban con una veintena de cigarrillos y eran trasladadas a un almacén o punto intermedio previo a su destino final, principalmente el Reino Unido.
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